Donde se realizan fiestas, orgías y pactos demoníacos.
A cambio de su alma el solicitante recibe virtudes como dinero, fama, aprende a cantar a bailar a tocar instrumentos en una noche.
El anfitrión es el mismísimo mandinga, representado como el macho cabrío; rodeado de seres intimidantes, lleva adelante sus encuentros con los interesados.
La manera de entrar cambia según las localizaciones.
Los lugareños varían el rito de ingreso; algunos hablan de maldecir tres veces y besarle el cuarto trasero a un chivo que se encuentra en la entrada de la cueva o el fogón de jolgorio.
Comentan que por lo general están en cuevas contra la ladera de la montaña, en las partes frondosas de los montes, o de un gaucho bien vestido invitando a la fiesta, esperando algún condenado en busca de firmar un contrato.
El solicitante debe firmar el contrato con su sangre, la cual marcará el destino de lo que le queda de vida.
La gente del campo cuenta que se escuchan guitarras, violines y bombos en lugares donde no hay nada.
Por eso los paisanos cuando escuchan algún compás sonoro, se santiguan y cambian su camino o bien toman el rosario en su mano para no ser tentados.
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